martes, 11 de diciembre de 2007

Filípicas II

Cómo odias a tu jefe. Ahí en su despacho, gordo alopécico embutido en sus sudorosas camisas de tonos pastel. Repantingado en su silla desengastada por su culo derramado en hemorroides palpitantes. Hablando su engolado catalán con la también obesa jefa de personal. Bonito par de cabrones resabiados. Los estrangularías con gusto. Pero el jefe es demasiado grande para tí, te apalizaría y sodomizaría susurrándote desdén catalán en tu oido charnego y te echaría sin derecho a paro. La gorda de personal también. Estás jodido de verdad. Trabajas de telefonista para una oenegé más corrupta que una república bananera. Vendes sueños de un mundo mejor a precios desorbitados a mayor beneficio de las cuentas suizas de sus verborreicos dirigentes. Te importa poco si los donativos conseguidos con la demagogia que vomitas cada día ayudan a un negro palúdico o a la querida del armador del rainbow warrior. Lo único que quieres es el magro salario a fin de mes, para poder entregárselo íntegramente en mano al vampiro insaciable que tienes por casero.
Tu inmediato superior es un cerdo que te somete a acoso laboral porque no folla y está resentido y la paga contigo. No folla porque es feo y un reventado. No folla porque realmente cree en el trabajo que haceis en aquella centralita maloliente y mentirosa. Es un ser detestable, incluso más que tu, y como no folla te hace la vida imposible. Te gustaría abofetear su inenarrable rostro despectivo pero también te echarían así que tragas mierda estoico e imperturbable.

Te cagas.
Te lo haces encima desde que saliste de casa a las ocho de la mañana. Y va a ser mediodía. A las ocho no era ni preocupante, apenas una ligera presión en la zona del bajo vientre. Te encaminaste al trabajo sin más tribulaciones que una elección acertada de la canción con que empezar el día. Mp3 en marcha, legañas fuera y al tajo. Una sorprendente euforia te energizaba; la abulia que te consume parecía haberse desvanecido. WELCOME TO THE JUNGLE, a tope, nano.
El traqueteo del tren no te adormece como de costumbre, todo lo contrario. Especialmente agitado eso que hace un rato presionaba con timidez. Ya da pataditas. Pero te tranquiliza el control que proverbialmente ejerces sobre tu esfínter y te olvidas.
EL GRAN ERROR: Echas un pitillo durante el breve paseo entre la estación y la oficina. Se te ve hecho un papis, caminas altivo seguro de tí. Al viento la espesa barba de profeta que te enorgullece y te hace muy hombre; cigarrillo en la comisura, chulo y hasta menos calvo. Te follarías mucho, campeón. El paseíto agrava la conmoción de tus tripas y la nicotina te abre de piernas. Un ser marrón enloquecido se abre paso en pos de tus calzoncillos. Te alarma la rauda gestación de la criatura: poco antes aquello no estaba dentro de ti y ahora desespera por escapar. No obstante, confías en dominar tu ojete, siempre ha sido un culo obediente, no será esta la ocasión en que te traicione.
Las llamadas telefónicas ocuparán toda tu atención, ni te vas a acordar de que te giñas. Además, si te entran las correprisas, en la oficina hay un retrete bastante limpio. Y con revistas de Greenpeace. Pero la criatura sigue ahí, fermentando; trepa por el intestino y busca arriba lo que le niegas abajo. Te satura la mierda, pronto rebosarás. Te recorren escalofríos que perlan de sudor helado tu rostro descompuesto. Estás muy podrido. Verdoso.
La bestia inclemente aventura el hocico fuera de su cabullera, sientes su cabecita humeante hozar en la tela cuadriculada de tus gayumbos. Corres al retrete.
AVERIADO.
Te estremeces atravesado por un rayo de terror y tu ojete eyacula sin piedad. Te retuerces agarrado al pomo bloqueado de la puerta más cruel mientras la mierda infla los pantalones y chorrea camal abajo. En su escalada por tu organismo la caca ingente ha inundado tu cráneo y no eres capaz de pensar solución al desastre; tu diminuto cerebro ha sido sustituido por media tonelada de heces caldosas y te estás cagando sobre el suelo de la centralita. Tus compañeros venden moral telefónica y tu sueltas un gigantesco chorro de bosta y la de personal sugiere que os largueis a casa, tu y tu puta diarrea.

Chuck es un cachondo, no tiene nombre ni apellidos, lo llaman así porque es un fanático de Chuck Norris, de sus películas y de sus coces. Chuck cree que es italiano, ni él lo sabe, tu crees que es más bien albanokosovar o rumano y habla un castellano peculiar como de napolitano putero pero a lo eslavo. También hace llamadas telefónicas, aunque solamente sobre el papel de su contrato; en realidad pasa la mañana visitando webs de artes marciales y de bestialismo y partiéndose de risa. Nadie le recrimina la supuesta falta de profesionalidad, Chuck les da miedo no entiendes porqué, tu le admiras: ahí tirado sobre la silla ergonómica partido el culo una página de zoofilia tras otra, regocijándose entre videos online de patadas voladoras; la barba tan levítica como la tuya o más, los ojos de iluminado rabioso, la camiseta imperio y el horrísono chandal, las cadenas de oro al cuello. Chuck es un hipster aunque no le vayan las drogas, está tan pasado de rosca que no necesita viajarse. Su existencia es el mayor de los trips y lo envidias.
Chuck tiene veinte años, su mujer veinticinco más. Ella tiene una hija de la edad de Chuck con esquizofrenia y síndrome de Touré, está tan jodida que no se la puede dejar sola porque un día se comió hasta el calgonit, así que vive con ellos y Chuck se la folla de vez en cuando para que se relaje y no cometa imprudencias. Y a su mujer le gusta mirar mientras devora una tortilla de cuatro huevos y marihuana; la marihuana no le sienta nada bien y muchas veces se la tiene que llevar su hija al ambulatorio perdida en alucinaciones delirantes. Cuando esto sucede Chuck se queda en casa, dice que no es responsabilidad suya si una mujer hecha y derecha de cuarentaycinco años se malviaja. O se va a entrenar, es luchador de Taekwondo recibe unas palizas escalofriantes porque es muy pequeño y cabezón, si Chuck fuese gamba habría que tirarlo.
A Chuck le corroen profundas inquietudes intelectuales, se ve a sí mismo como un futurista desclasado no heredero de Marinetti sino Marinetti es ÉL invertido en un bucle espaciotemporal y tan alienado por el shock finisecular que sus afirmaciones rozan la coherencia. Chuck es un apologeta ardoroso de las postreras ideas de James D. Watson, premio nobel de medicina por descubrir el ADN: LOS BLANCOS SON MÁS LISTOS QUE LOS NEGROS y el aborto no sólo debe ser legal sino también recomendable para los casos en los que las pruebas preparto determinen que la criatura saldrá homosexual.
Chuck es odiado por la muchedumbre de maricones que trabajan con vosotros y muy temido por los demás, tu ves en él un sabio con los cojones para decir y hacer siempre lo que le sale de los mismos y te mola mucho ir por ahí con él sintiéndote beatnik porque él lo es y mucho, y tú jamás lo serás realmente. Porque eres un mediocre como todos menos Chuck. Chuck canta fascietta nera y reclama el regreso de las Brigadas Rojas. Chuck es un héroe homérico ajeno a un tiempo asesino de la lírica.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Lo escribí "alla maniera", pero tenía 18 años


Aquel tío era simpático, la estrella de aquella mugrienta cueva en la que se trasegaba vino barato y cervezas, cervezas calientes porque la nevera se había jodido hacia un par de años y al dueño no le había apetecido ni cambiarla ni llamar a un técnico. Me importaba un carajo, encontrar un tercio de cerveza nacional a veinte duros era poco menos que imposible en aquella puta ciudad de Valencia, a ese precio era capaz de beber meada de perro. No era por tacañería, simplemente se debía a mi condición de estudiante, no trabajaba ni pensaba trabajar hasta que terminase la carrera, así que no nadaba en la abundancia; vivía en el cuartucho infecto de una residencia estudiantil y el poco dinero que mis padres me enviaban volaba a los dos días en alcohol marihuana y putas, consecuencias de mis correrías con los compañeros de residencia. De ahí que me viera obligado a frecuentar los locales de mala muerte situados en los alrededores de la plaza del Carmen.
Como iba diciendo, aquel tipo que reía invitaba a vino bebía como cosaco le metía mano a una zorra trasnochada me cayó bien.
Cuando se hubo cansado de la guarra decrépita y de toda la pandilla de aduladores que reían sus chistes a cambio de un trago de peleón nos mandó a todos a tomar por culo, arrojó a la puta contra una mesa en la que unos moros tomaban té y se metió al retrete a cagar. Viendo que ya no habría más vino gratis-al menos por esa noche-, los aduladores se largaron en tropel, de manera que allí solo quedamos el dueño, la puta inconsciente y sangrándole las ñoras,los moros de la mesa contra la que se había estrellado la puta- ni se dignaron mirarla, se limitaron a continuar flemáticamente con sus tés de frutas- y yo, que me había propuesto entablar conversación con aquel individuo y ver si con un poco de suerte me pagaba una cerveza.
Salió de los urinarios, oteó en derredor suyo, se rascó los cojones insistentemente y regresó a su mesa, donde reanudó el duelo con el brick de Casón que aparentemente había dejado a mitad.
La ramera se levantó, el rostro lo traía ensangrentado y la nariz aplastada.Titubeó unos pasos hacia mi, se apoyó torpemente en la barra, justo a mi lado. La maldita zorra apestaba, qué asco, coño. Ante mi gesto de náusea la hedionda se tambaleó hasta la puerta y la perdí de vista.
Quería hacerme amigo de aquel bohemio pasado de rosca que, entre latigazo y latigazo de vino directos del cartón, garabateaba algo en un pequeño block de notas, pero no sabía cómo acercarme a él sin parecer un capullo o, peor aún, un marica. Levantó un par de veces la vista, me pilló observándole atentamente y a la tercera se le hincharon las pelotas:
-¿Qué coño pasa contigo, eres maricón?
- Jódete, abuelo, si quieres culito te buscas un chapero
El tío rió estrepitosamente y me invitó a sentarme con él, dijo que era cachondo y que le había caido bien. Me preguntó que hacía le dije que estudiaba, él nunca había ido a la universidad pero era el escritor más grande del siglo XX.
-Coño, abuelo, pero ¿quién eres tú?
Me dijo su nombre, se llamaba Henry Chinaski pero podía llamarle Hank.
-Yo soy Charles Bukowski- Al oirlo se descojonó en mi joven rostro y me dijo que el bueno de Charlie la había diñado hacía 8 años y que si yo era Charles Bukowski el coño de mi madre era patrimonio de la humanidad. Eso me cabreó, con mi familia no se jugaba, por muy Henry Chinaski que aquel viejo fuera se iba a llevar un par de hostias. Y se las llevó.
-Hostia, niño, eres bueno, pegas duro-Dijo levantándose pesadamente del suelo, a donde había ido a parar tras el segundo puñetazo, que lo hizo caer de espaldas derribando con él la silla, la mesa y el vino.
Nos sentamos en otra mesa y pedimos unos tercios. Mientras esperábamos la bebida, saqué un diminuto resto de costo y lo dejé caer sobre la sucia tabla de mármol.
-Hazte un porro, abuelo
Picalagartos, el dueño, quien en sus ratos libres se dedicaba al transformismo, depositó dos botellines de mahou y se fue para la mesa de los moros a separar a dos de ellos que discutían acaloradamente y que ya habían echado mano de los pinchos.
Hank quemó la miga verdosa, rasgó un ducados, mezcló, tomó un papelillo que le hube alargado y lió un grueso canuto del que dimos cuenta entre largos tragos a nuestras cervezas. En referencia al uno-dos con que lo había enviado a comer baldosa díjome que de joven también él había boxeado de vez en cuando, siempre y cuando, claro está, sus dos actividades capitales, beber y follar, no requiriesen de toda su atención. Me contó como en cierta ocasión tuvo el enorme placer de partirle la cara al enorme megalómano hijo de la gran puta de Ernest Hemingway.
Picalagartos no conseguía separar a los dos moros, quienes se lanzaban cuchilladas con bastante mala hostia. En vista del cariz que cobraban los acontecimientos Hank decidió que lo mejor era buscarnos un local más tranquilo donde continuar la charla. Dejó un billete de mil en la barra y salimos de allí, justo en el momento en que uno de los moros degollaba al otro. Hank andaba algo cocido, así que habíase de apoyar en mi hombro para poder caminar con garantías de no acabar desnucado. Cruzando la plaza del Carmen topamos con un hombre mayor, rechoncho y de espesas barbas blancas.
-¡Hombre! A quién tenemos aquí, si es el bueno de Ernie... ¿cómo vas, Hem, sigue sin levantársete?
-Jódete, Chinaski, hoy no estoy de humor
Aquel vejete no era otro que Ernest Hemingway, cansado, triste, impotente y canceroso. Arrastraba los pies en dirección opuesta a la nuestra y una escopeta recortada.
-¿Dónde llevas esa chata? No será alguna nueva perversión, Hem...en fín, tanto llevarla de acá para allá se te acabará disparando en los morros
-Y a tí seguramente se te pondría morcillona si eso sucediese
-Joder, Ernie, con lo que yo te quiero...Por cierto, te presento a mi acompañante en esta calurosa noche de transgresión moral, Charles Bukowski. Charlie, este adiposo vejestorio que te estrecha la mano es el ínclito Ernest Hemingway
-Encantado
-Un placer, señor Hemingway
-No es que el chico sea muy hablador, pero estás ante un par de buenos puños e intuyo en él a un prometedor filósofo del dolor
-Hostia, abuelo, muchas gracias
Hem se despojó de una bastante ajada chaqueta americana que otrora fue blanca, apoyó la chata en un banco, colgó de ella la chaqueta y poniéndose en guardia frente a mi me retó:
-A ver esos puños, niño
-Joder, Hem- Protestó Hank- Estás hecho una abuela, ¿no ves que te va a machacar?
- Cállate, Chinaski, desde que te aplasté aquel puro en la cara no he encontrado un rival decente
Dicho esto me largó un directo que esquivé sin demasiados problemas. Desequilibrado, el pobre Hem se fue al suelo sin dejarme siquiera tocarle la cara. Torpemente se levantó, púsose de nuevo la chaqueta, tomó la recortada y, sin despedirse, se marchó.
-¡Adios, Hem!-Gritó Chinaski-No te suicides, ¿eh?
Minutos después un estampido desgarró el silencio nocturno y nosotros bebimos a la salud del difunto Ernie.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Bakunin, Kropotkin, Malatesta



Chicos, a ver si me podíais dar un poco de cerveza ¿la lata entera? muchas gracias qué buen rollo, no os molesto más ¿os estoy molestando? me voy con unos colegas allí, muchas gracias de verdad os lo digo qué buen rollo.

Aquí traigo es la misma cerveza pero en vaso ¿quereis? bebed, bebed; esto está muerto, antes se liaban unas muy guapas pero aquí no aquí está muerto, allí donde EL ANTRO ¿sabeis dónde? ¿os acordais del ANTRO? por la calle esa que sube para arriba, ah, que no sois de aquí, allí por la plaza esa grande donde hay un arbol, La Plaza del Arbol, sí, pero ahí no como al otro lado ¿sabeis? allí nos juntábamos todos los punkis, como cien punkis era muy bonito tíos y tías, y allí ligábamos; pero no sólo ligábamos, también muchas otras cosas Antes Se Luchaba, ahora han acabado con todo; me acuerdo de LA BATALLA DE BOTELLAS, aquello estuvo guapo tíos ¿tienes un cigarrito? gracias tío pues como quince botellas volando que guapo tío, yo no rompí ninguna porque a mí eso no, yo es que respeto mucho a los perros ¿sabes? pero ya no queda nada la gente no se mueve; los que somos así mayorcillos no tenemos un duro, ni para tabaco, aquí tenemos que estar, bebiendo en la calle pero eso es bueno eso es lucha es anarquismo libre y libertario; los jóvenes están por ahí en bares bebiendo porque sus padres les dan pasta Yo es que era muy pobre Yo y Mi madre eramos muy pobres porque no teníamos agua y teníamos que ir con la garrafa a la fuente y llenar las botellas, con la garrafa y llenar las botellas y a mi eso me ha servido; en las ocupas rurales yo les digo que enjuaguen primero que si no luego, NO, esto son datos que YO te doy ¿eh? y los colegas flipaban porque veían que si el día antes enjuagas al siguiente sí ¿sabes? ¿me das MARTINI? no se cuánto, la dosis ¡la dosis! me voy un rato allí con los colegas, luego vengo y te hablo de la okupa rural.

Pues vamos a una casa ¿dónde? no se, a mí me llevan; como a cientochenta kilómetros y allí es muy bonito tíos como seis o siete personas durmiendo en el suelo, sin hacer sexo, es muy bonito; es todo común eso es libertarismo, luchamos y compartimos todo es una comuna, tu te tienes que ir a una okupa rural, allí va como LA JET DEL LIBERTARISMO ¿cuántos años tienes? yo tengo treintayún años ya te llegará eso, primero es un poco la fase más...urbana y después te vas al campo, allí jugamos a una cosa súperguapa MAFIA Y PUEBLO, te explico se reparten unos papelitos donde pone quién es mafia y quién es pueblo y no se lo que te estaba contando, y tu le preguntas ¿eres mafia o eres pueblo? y te contesta PUEBLO PUEBLO porque si no el juego se acaba y no tiene gracia claro ¡y no gana nadie! al final se vota quién es mafia y quién es pueblo y no gana nadie, eso es lo bonito; me voy a buscar un cigarro.

Antes era increible, era muy bonito, todos los punkis nos movíamos y luchábamos, ahora nadie se mueve pero tarde o temprano habá que moverse porque son gente y la gente se mueve ¿no?; yo tocaba la batería, mi grupo se llamaba JARABE DE PALO pero no el comercial, luego nos llamábamos JARABE; era todo gratis y bebía y tocaba y hacía todo gratis, ahora han acabado con todo, eso era en el año 94; yo he hecho muchas cosas he hecho un disco he escrito un libro ahora estoy escribiendo uno de MERLÍN, una frase muy bonita ¿cómo era? no se, no me acuerdo, Bakunin, no, Kropotkin ¿sabes lo que dice? que la revolución con violencia y muertes y armas no es una revolución válida no es una revolución, qué pasada tío, yo se que lo que te cuento es denso, me pasaron la encarta del 2004, ahí está todo, una pasada, estoy ahí leyéndola y aprendiendo muchísimo, EL AGUA, y te sale ahí todo definido y explicado lo que es el agua, LA PROTEÍNA, igual; sí, yo tengo ordenador y un estudio de grabación, yo es que tengo ahorrado un millón doscientasmil ¿eh? que yo me lo he currado mucho, pasando speed en Castellón pero speed amarillo, moroso, muy bueno o sea que yo me lo he currado mucho yo os voy a decir una cosa que he aprendido: HAY QUE SABER DROGARSE DE JOVEN, y así de mayor te puedes seguir drogando, yo me he drogado mucho pero controlando y así hoy me puedo seguir drogando; yo lo he probado todo pastillas marrones naranjas y rosas las rosas ¡cuatro papeles! y yo me comía media y veía a la gente ahí como torres y luego veía todo blanco qué guapo, las otras, dos setecientas; las pastillas tienen algo místico: abren chacras, pero tienes que saber drogarte, ahora no ahora se pasan y si te pasas qué pasa pues que si te pasas lo que pasa es. Que te lo pierdes como el anuncio típico pero es que es verdad, hay que saber drogarse de joven eso es lo fundamental, y la lucha social y anarquista individualismo, eso es, yo he leido mucho lo político y eso me lo enseñaron mis padres El Anarquismo La Primera Internacional Y La Segunda pero la buena era la primera con mogollón de lucha, eso es lo que falta, la lucha, lucha anarquista y libertaria, individualismo ¿ya os vais? bueno, encantado, gracias por la bebida ¿cómo me llamo? individualismo, no, individuaismo no, TXON me llamo TXON, bueno adios ¿quereis beber? ¿no? bueno ¡salud, punk!

jueves, 8 de noviembre de 2007

Filipicas (I)


Te ralea el cogote desde hace meses. Tratas de disimular los huecos con un peinado que crees desenfadado y que no pasa de iluso y ridículo. Te quedas calvo, no hay vuelta de hoja. Ni tu padre ni tu abuelo ni tu bisabuelo fueron calvos ni tu abuelo materno ni su padre ni tus tíos. Tu lo serás y en breve. Y tus hijos, si la hubiese tan desgraciada que se los dejase hacer POR TÍ.
Han caido chuzos de punta sobre tu coronilla astrosa. Te ha llovido mucho encima y estás empapado y pegajoso. El metro se averió y lleva más retraso de lo habitual. El de mantenimiento se olvidó de que la calefacción a cincuentaycinco grados hace sudar mucho. O será que pasa de bajarla o que lo han echado. Como la culpa es de Madrid y del expansionismo nacionalcatólico castellano para qué reparar nada. Hay tántos borbones que ejecutar en efigie.
Los retrasos del transporte público metropolitano generan más muchedumbres que las grandes cosmovisiones demagógicas. Enlatados en el vagón, todos esos cuerpos húmedos de lluvia y de animal humanidad hieden a campo de concentración que chirrían las pituitarias. Te rodean cuatro pakis regalándote sus poderosos efluvios de la estepa. Te sueñas fluido que escapa de la móvil tumba putrefacta, pero no eres más que moco fétido.
Al fin la superficie y presencias en primera fila el atropello de un motorista. Se le ha cruzado a un volquete enorme. Resbaló en el asfalto mojado y el volquete se lo ha llevado por delante sin piedad. Sus sesos sin casco alfombran el pavimento. El camionero se desgañita pidiendo ayuda, zarandea el cuerpo inerte de cuyo cuello cuelga un muñón sanguinolento. Echarías una mano pero de qué serviría, ese motero está tieso y lo sabéis todos. Lo sabes tú y lo sabe el camionero. Lo sabe la parejita feliz que observa horrorizada desde su adorable cochecito. Lo sabe la otra adorable parejita, la de mossos d´esquadra, que ni se acerca a preguntar. Demasiado ocupados sacándole los papeles a hostias a un moro que pasaba por allí. Que el moro no tiene más papeles que los clínex que pensaba vender en ese semáforo también lo saben, pero es un puto moraken, hay que meterle sí o sí.
Hay algo de todo ese espectáculo que te irrita. No es lo truculento del accidente. Será la entrañable actitud del cuerpo catalán de policía lo que se te mete en la conciencia como una estaca nudosa en el ojete. MÉS MOSSOS, MÉS A PROP, claro que sí. ¡Incrépales con el ardor de tus veinte años, escupe tu descontento libertario! No, pasas y te abres. De todas formas ya llega la ambulancia y el motero cabalga su chopper celestial lejos de tanta mugre.

Hay un peruano en el curro que es una maricona de estridente voz atiplada y cuerpo hiperbólico y contrahecho. Es inenarrable de lo feo y cubierto de un estremecedor acné crepitante. Las tías lo llaman EL RARO porque les da la brasa en cuanto descuidan el flanco. Los tíos procuráis no descuidar el flanco, convencidos de que no es la brasa lo que os daría.
No es que tengas demasiado en contra de los julapas, cada cual puede meter la verga dónde más rabia le de, siempre y cuando no sea en tu ojete. Es sólo que no te alineas con la corrección bienpensante, dictadora de una pacatería verbal primer eslabón para el indeseable control de las conciencias. No niegas el derecho de los maricas a follarse entre sí, pero ello no supone que debas dejarte encular por ellos ni por lo políticamente correcto. Si no niegas el derecho de los maricones a serlo porqué se te niega a tí el derecho a llamárselo. Eso es lo que tu sociedad censora e hipócrita promueve, la diarrea verbalespiritual de algunos y el silencio de hierro de muchos más. Y no hay cómo hacer comprender a tus mojigatos compañeros argumentación tan simple. Estando en la universidad ello te jugó alguna que otra mala pasada. Una noche estabas pedo con algunos compañeros y se os unieron unas cuantas niñitas unos cursos más jóvenes. Aún no sabes bien por qué alineamiento astral y despiste del destino te estabas llevando de puta madre con una rubita monísima. La cosa iba de coña, le encantaba el rollo pseudoanarcoide de tu larga melena castaña la palestina mugrienta el merchandaising cheguevariano. Aquella noche follabas fijo. Y vas y hablas. De qué, de los maricones. Te pones a largar que si es antinatural que si agujerodesalida no es dentrada blablabla. La pibita se mosqueó y como estabas desesperado por catar esa carne blanca tan tiernita trataste de arreglar el desaguisado soltándole el rollo de tus derechos y de la dictadura de la corrección. La rubia está en primero y lleva más de media docena de cubatas y la misma cantidad de canutos. Lo sabes porque tu se lo has suministrado todo con el noble fin de abrir su guardia, aunque de habitual bastante baja uno nunca debe fiarse. Además tiene un yate anclado en Puerto Banús. Con esto vengo a decir que tus soflamas apologéticas acerca de la autenticidad nietzscheana y del pensamiento fuerte frente a la insulsa moral postmoderna le entran por una de sus deliciosas pequeñas orejas y le salen por la otra porque NO ENTIENDE NADA. Se larga del coche que un amigo te prestó para magrearla cuando empiezas a compararte con Bakunin y Jesucristo.

jueves, 1 de noviembre de 2007

What we found behind the (former) iron curtain


Fue idea mía. Lo de ir a Budapest, digo.

Yo ya había estado en Tallín y aseguré a mis amigos que lo mejor para divertirse era viajar a Europa Oriental. Sin abusar de manidos tópicos: mujeres desinhibidas y alcohol barato. Tallín resultaba algo cara para nuestros maltrechos bolsillos estudiantiles, se había puesto de moda en los últimos años. Cuando yo fuí aún era una semidesconocida puta locura, maravillosamente viciosa ciudad. Había caido en las garras de la comercialidad y de las rutas turísticas bálticas para familias y ancianos, todos forrados por lo visto. En cambio, Budapest paracía conservar su virginidad soviética y su dionisíaco furor uterino neoliberal. Iba a ser un excelente Año Nuevo en la capital europea del porno. Pasaríamos cuatro días borrachos por el precio de un café español y entraríamos en muy enriquecedor intercambio cultural con húngaras altísimas, miopes y con escasos escrúpulos.

Llegamos de noche, muy entrada. Pactamos una carrera razonable con un taxista de aceptable inglés que nos dejó cerca del hotel tras indicarnos las tarifas de cada una de las putas que nos cruzábamos, más de una docena. Casarrubio se encabritó con tanta carne y tan barata y requirió del taxista la misma prolijidad informativa en cuanto a las drogas. Como aquello le resultó de todo punto inmoral es por lo que antes dije que nos dejó CERCA y no EN LA PUERTA. Deambulamos por Ferencvaros hasta, al fín, dar con el hotel. Ferencvaros es el perfecto ejemplo de mastodóntica inutilidad soviética. Amplísimas avenidas lúgubremente iluminadas y siempre desiertas, bordeadas de colmenas enmohecidas de apartamentos desconchados.
El viaje nos había derrotado. El avión salió con tres horas de retraso. Nos regalaron unos bonos-merienda para canjear por algún tentempié de la cafetería del aeropuerto mientras nos llegaba la hora de embarcar. Por las molestias. Los gastamos en cervezas y una botella de tequila del dutyfree. Como entre la espera embarque vuelo nos lo habíamos mamado todo, llegamos algo dañados y nos echamos a dormir. En el ínterin el cabrón de Jako se echó los cuescos más hediondos para desgracia del pasaje e hilaridad nuestra. Pero la peste era abusiva y me refugié en los asientos de cola, junto a las bellas azafatas húngaras quienes en su extrañísimo idioma se cagaban en nuestros putos muertos sin disimular su desdén.

Resulta que sí, que Hungría es muy barata. El alcohol, lo que en gran medida junto a sus mujeres nos atraía de aquel país también. Pero no las propinas. Nos hacían pagar propinas por el valor de lo consumido. No proporcional, POR EL MISMO VALOR. Nos vieron cara de huevones, pero las camareras estaban muy buenas así que, aún reticentes y desconfiados, nos rascábamos los bolsillos.
Los taxistas ni siquiera tenían la deferencia de camuflar su engaño flagrante y alevoso recurriendo a la indeseable institución de la propina, sencillamente nos robaban a manos llenas alegando que el taxímetro no funcionaba o un total desconocimiento del inglés más elemental. En otros casos ni justificaban su atraco, se limitaban a bajar la bandera de un taxímetro con más revoluciones que la Francia decimonónica. Nos distraían con un raudal de trípticos informativos impresos por este o aquel tabledance y nos ofrecían las chicas más calientes a los precios más bajos del orbe para después abandonarnos en mitad de la fría estepa de asfalto postcomunista ante nuestra insolvencia económica para el sufragio de las putas y de la alucinada carrera que pretendían abonasemos. Pasamos de los taxis y recurrimos al metro. No veíamos que nadie pagase nada parecido a un billete, de manera que, tras varios viajes, decidimos que tampoco nosotros pagaríamos. Además, no se veía ni un revisor en aquellos oxidados vagones chirriantes. La primera y última vez que nos colamos, nada más salir del vagón camino de las escaleras mecánicas que a una velocidad inusitada conducían a la calle, cayó sobre nosotros una astronómica multa. En Budapest los revisores van de paisano y sólo se hacen notar cuando oyen idioma exranjero. Un húngaro ceñudo me mostró sus credenciales cuando ganaba la escalera mecánica. Pasé de él. Mis amigos no. Tampoco un nutrido grupo de españoles de mediana edad. Por lo visto aquel húngaro hubo de pedir refuerzos porque no se daba abasto para poner tanta multa. Se calzaron las botas los hijos de puta. Tuve que esperar más de media hora a mis amigos, quienes trataron de zafarse negando conocer cada una de las lenguas que a diferencia de los taxistas parecían dominar los revisores del metro budapestino. Acabaron por pagar porque les dio la risa cuando el revisor les preguntó si hablaban swahili, en swahili.

Las húngaras solo se desinhiben al ritmo que marca el tintineo de la plata. En las discotecas no había más que tíos, eran los peores campos de nabos jamás hollados por pie humano. Las pocas pibas que se dejaban ver entre tan tupida fronda de vergas eran de pago. Eran putas, vamos. Putas reputas. Tratábamos de entablar, no ya conversación sino inocente acercamiento de espacios vitales, y aquellas zorras no tardaban en escupir un muy bien estructurado menú de favores sexuales con sus respectivos precios. Ni se dignaban sonreir mientras hablaban de comerte la polla por nosecuántos miles de florines. La cosa es que, en principio, no eran nada caras y estaban bastante potables, pero viendo la ratio de tíos en celo por hembras receptivas, la idea de follarnos a alguien que había chupado tantas pollas en una noche por tan poco dinero no era demasiado atractiva. Propina de la hostia aparte, claro. Y eso sí que no, pasábamos.
Una noche Todolí creyó ligar. Dos húngaras imponentes intercambiaron algunas frases con él y en ellas no había rastro de trueque carnalmonetario. Poco después colocaron sus bebidas en nuestra mesa, nos obsequiaron con sus refulgentes sonrisas y excelentes escotes y se marcharon. Todolí, y por extensión el resto de nosotros, les hacíamos el favor de vigilar sus tragos mientras ellas iban al servicio a follarse a un par de benditos por la suerte. Al menos no nos pidieron dinero a cambio. Todo un avance.

En Budapest hay multitud de manantiales termales, así que el baño público es una tradición milenaria. De entre la variopinta oferta disponible optamos por la más antigua: unos baños erigidos por los turcos en el siglo XVII. Eran estrictamente masculinos, personalmente los hubiera preferido mixtos, y mis amigos también, pero la abismal diferencia de precios nos ayudó a olvidar nuestras veleidades libidinosas por unas horas.
El edificio era hermoso, viejísimo, coronado con una pequeña cúpula de estilo bizantino. Pagamos una hora de baño con derecho a sauna y subimos unas escaleras. Arriba recibían unos húngaros cincuentones en taparrabos con bastante cara de pedófilos homosexuales, supusimos que ello formaba parte de toda una performance destinada a meter en harina al turista. Había que hacer cola, los vestuarios estaban de bote en bote. Eramos el único grupo de cuatro. En la cola solo veíamos conversaciones de a dos, u hombres solos, todos con rostros similares a los de los recepcionistas en taparrabos. Nos entró una risa nerviosa, sobretodo al ver salir un gringo coloradote con muy mal semblante y caminando como si hubiese cruzado el Atlántico en moto acuática.
Nuestro turno, nos dieron dos cubículos y cuatro sábanas semitransparentes. Tratamos de hacer comprender al guía húngaro en paños menores que para cuatro tiarrones barbados y vellosos sólo dos cubículos exigía un cariño mutuo que no estábamos dispuestos a profesarnos. Se la sudó y tocó compartir, yo con Casarrubio y Todolí con Jako. Casarrubio y yo nos vestimos de romano con las sábanas y, viéndonos, Todolí y Jako también se togaron. Encontramos el calidarium. Golpeados por la niebla espesísima creíamos haber quedado ciegos repentinamente, la densidad del vapor no se cortaba con cuchillo sino a alfanje y firme brazo. Al fin nos hicimos a la corta visibilidad, una amplia sala bajo la cúpula bizantina albergaba la piscina de agua caliente, una grada de tres escalones bajaba hasta el fondo y pares de hombres de todas las edades la ocupaban. Nos observaban y cuchicheaban, seguramente por el uso peculiar que dábamos a las sábanas, nos despojamos de ellas y entramos. El agua no cubría por encima de la cintura y estaba a una temperatura ideal. Nos pusimos en el centro ante la imposibilidad de ocupar ni una sola porción de grada de tan concurrida. Chapoteábamos inocentes sumergiéndonos en aquel caldito reparador, era el primera rato agradable desde que habíamos llegado a la capital húngara. HASTA QUE LOS VIMOS. Dos ancianos adiposos de níveas coronillas se besaban apasionadamente dejando ir sus laxos cuerpos grada abajo. Nos quedamos helados. Un poco más allá otra de las parejas también pasaba de la charla a media voz a los arrumacos preliminares y, junto a ellos, dos algo más jóvenes ya entrelazaban lengua sin ningún pudor. Al otro lado un bañista abrazaba a su pareja por detrás mientras ambos nos miraban fijamente. Cuatro o cinco dejaban la grada y nadaban en círculos cada vez más estrechos, cercándonos como tiburones. Huímos a la sauna, un rubio arrastraba a un chino tirando de la correa de perro que le acababa de anudar al cuello. Casarrubio y yo estábamos muertos de risa, Todolí no tanto y Jako sufría un pavor cerval, nos suplicaba que saliésemos de aquella orgía de mariconas en la que tarde o temprano seríamos sacrificados. Nos negamos en redondo, con rotundidad nos reafirmamos en que una hora habíamos pagado y una hora nos quedaríamos, la lubricidad de unos cuantos julandrones no nos iba a derrotar. Justo acababa yo de de hacer esta orgullosa declaración de principios y acalorada declamación de retórica viril cuando un negro descomunal posó lánguidamente su trompa sobre mi hombro. Abandonamos la sauna despavoridos y convinimos que soldado que huye sirve para la siguiente batalla. Nos sentíamos mancillados como doncella ultrajada, nos lavaríamos antes de largarnos de aquella cabullera de súcubos desviados, mis amigos se precipitaron a las duchas, yo cometí la insensatez de meterme en el frigidarium, pensé que el agua helada desinfectaría la aberración. Craso error, dos morlacos calvos y de enormes bigotazos me siguieron. Ya los tenía encima, trataba de salir de la piscina pero eran jenízaros veteranos de mil guerras y me cerraban el camino a la escalerilla. Ya se me arrojaban, los ojos inyectados de sangre y las vergas enhiestas como cimitarras, cuando alguien me levantó en vilo y me sacó de la piscina agarrado de los sobacos. Era Jako, se quedó cerca, velando mi baño en vista de las aviesas miradas que los mamelucos me dedicaran desde que me zambullí. Alinstante topamos con Todolí y Casarrubio, escapados de las duchas y totalmente enajenados por la visión de un tío meneándosela desesperadamente mientras los observaba.
Logramos salir enteros, no pudimos reprimir un último vistazo a aquellas mazmorras de sodom: un calvo hacía una gayola subacuática a un melenudo entregado al placer. Un pobre gringo gordito trataba de escapar del calidarium con el bañador desgarrado y presa de la líbido furiosa de tres viejos sacos de huesos que querían seguir hincándole el diente al desdichado anglosajón lloroso. No lo lograba. Tampoco nos atrevimos a rescatarle.

Comprando la eficiencia de la gorda recepcionista del hotel con una generosa propina nos enteramos de una prometedore fiesta HETEROSEXUAL de nochevieja. Junto a la estación de ferrocarril conciertos de rock gratuitos en un escenario al aire libre. Nuestro dinero se agotaba y necesitábamos imperiosamente seguir conductas masculinas, el rock gratis nos sentaría bien y el frio año viejo húngaro curtiría nuestras pieles afrentadas. Nos aprovisionamos de cervezas como para emborrachar a toda la marina británica y nos pusimos en marcha.
Los grupos no tocaban nada mal, los temas eran conocidos y el frío soportable, la birra húngara, aunque muy aguada, se dejaba beber. Las tías estaban bastante buenas, algunas mucho. Esta vez sí, nos había costado tántos días pero Budapest SÍ MOLABA.
Casarrubio regresó cagado de la risa de los servicios de la estación, según él cuando acababas de mear un tipo con síndrome de Down te obligaba a lavarte las manos. Quisimos verificarlo. Era cierto, traté de eludirlo y agarrándome de las solapas del abrigo me plantó frente a la pila y abrió el grifo. Era retrasadísimo e inexplicablemente fuerte, de manera que obedecí, no se le fueran a cruzar los cables.
Seguimos tomando, Are you gonna be my girl, todo fluía por cauces más que aceptables. Born to be wild y descorchamos el champagne húngaro que habíamos adquirido con las birras. Y de repente se acabó la fiesta. Joder, eran las 12 y media. Creímos que se trataba de una bromita de los organizadores. Cuando fuimos los únicos que quedábamos frente al escenario empezamos a preguntarnos si no sería que efectivamente se había acabado la fiesta. Cuando los operarios desmantelaron la paraeta nos cagamos en todos los muertos del hijo de la grandísima puta que había defecado aquella ciudad sobre la faz de la tierra con un único propósito: joder la vida a turistas incautos como nosotros.
No era ni la una, aquel viaje debía ser el de nuestras vidas y a cada paso que dábamos en cada uno de los días que pasábamos allí todo se iba convirtiendo en una gonorrea mayor. No era ni la una del primero de enero de 2007 y no quedaba ya nada abierto. Ni un miserable bar de borrachos incontinentes.
Jako seguía muy afectado por el inenarrable trauma que supuso nuestra osada aventura en los baños turcos, estaba obsesionado con irnos de putas o a un tabledance, si no veía pronto una teta iba a suceder un dos de mayo. Preocupados por la salud mental de nuestro amigo y sin mucho más que hacer aquella nefasta noche del nefasto viaje a aquella odiosa ciudad, le complacimos. Tras dar vueltas por Budapest en un taxi conducido por un bastardo sin moral-otro más-, recalamos en un antro llamado MAMBO donde, según los trípticos publicitarios, se encueraban las VERDADERAS BELLEZAS ESLAVAS. Lo cierto y verdad es que si aquella pandillas desganada y vulgar la integraba la flor y nata de la beldad eslava Friedrich Nietzsche, al verlo, se habría circuncidado. Una rubia hipermusculada de ademanes militares y estética fascista nos sirvió cuatro Guinness por 60000 florines. Sesentamil florines vienen a equivaler a unos 300 euros, lo cual, por cuatro cervezas, es algo más que abusivo. De las caras que pusimos Rudger Hauer dedujo que no teníamos intención de cambiar nuestras herencias por unas birras, así que llamó al verrendo de la puerta para que nos animase a aflojar la lana. No se si fue por el miedo a ser vapuleados por aquel mastuerzo cejijunto de cuello triple y cabello al rape o a serlo por la teniente O´Neill, la cual nada tenía que envidiarle a aquella montaña de carne en cuanto a musculatura y mala hostia, el caso es que nos deshicimos de nuestros dineros y de la poca dignidad que aún nos quedase sin oponer resistencia. Al menos nos aseguramos de que la propina iba incluida en los sesentamil. Después sí, la chicas hicieron un poquito de barra, se despelotaron y osaron pedirnos que las invitasemos a una botella de cahmpagne. Ante la que me lo pidió a mí, más parecida a un caballo percherón que a una stripper, me excusé con que era un pobre estudiante mucho más empobrecido tras visitar su lugar de trabajo. Todolí fue algo menos delicado y le sugirió a la suya que si quería beber algo no tenía más que bajarle los pantalones y amorrase al pilón y no se le ocurriese pedir propina después. A Jako y Casarrubio ni se acercaron, tal era el gesto de descomposición que se les había quedado después de expolio semejante.

El resto de días no abandonamos la habitación, no teníamos un florín y nos aterraba la posibilidad de ser robados de nuevo, intimidados esta vez por la dentadura postiza de una anciana con alzheimer o el sonajero de un bebé con espina bífida. Jako ni abandonó la cama, el shock nervioso en el que entró tras nuestro paso por el MAMBO avanzaba invicto aniquilando su alma tan vejada.

martes, 23 de octubre de 2007

Del oficio de teleoperador


Se corre occidente sobre sus deudos agradecidos de límpidas sonrisas blancas negras pieles culos forzados
Ilocalizables hipsters enfermos al módem de los faxfreaks
Argumentario de la U mentirosaduladoración
Sudoración excesiva de las hormonas infectas sobrexplotadas por el tono cuotal anal.

HIPOCRITÓN LAVA TU CONCIENCIA MÁS BLANCO QUE TU PUTA MADRE

Sí, tío, dame todo tu dinero y la herencia de tus viejos y únete a nosotros como socio de la gran Ficción Humanitaria
Excelentísimo premio nobel de la hez cum laude y tres millones y medio de décimos de aviesas enfermeras ácidas en celo
Soy un contestador avanzado y te abofetearé con mi dildo retórico muy buenos días míster

gigantesca eyaculación bestial
de bienintencionada buena voluntad aplasta contra el pavimento un gorrión
con imputación de alas amputadas de pedofilia no gubernamental.

Hiede la hiel sublimada yiddish yihad solidaria. eficiencia y progreso
MÁS MÁS MÁS
MÁS dinero MÁS resultados
Mi ojete viscoso en efervescencia dialéctica declama argucias sépticas imposturas saludables.

Invitación a la rave masiva con DJ Meningitis en África
prendidas novecientas mil personas calcinadas de fraternidad llegar al millón y medio de fistings inclementes
cinismo engañabobos bautizamos negritos
Apadrinamos mala concienciamamantamos remordimientos brutales
Restañamos malestar
restallamos caninos sedientos de tu cuenta corriente.
Entrega tu alma en el ara del colmillo bulimia de la era global

telespanking rabioso de valores postmaterialistas
prostituidos chulos Enjambres siniestros de moscanopheles
filólogos de la demagogia cirrótica pandemia de amor
Babosas torres escamadas de culpable sentimentaloidismo mongoloide intercultural

Lugares comunes caminos trillados adjetivación superflua y qué
Rectos reventados Obesidad mórbida Vergas ordeñadas Coños apuñalados

Sinceramente te expoliamos con toda transparencia. Velamos de encajes el eterno mangoneo estrutural. Sigilosas perfidias obscenas EM
palmadas en tu hombro Hipérbole masturbatoria

Veo adictos a la redención a la búsqueda desesperada de su metadona con que picarse las lacerantes revanchas morales
Furiosas venas palpitantes de arrepentimiento verdoso aúllan reclamando su dope de bonhomía
todo es tan trendy cuando se milita en la coolness

- Hola, muy buenos días, ¿podría hablar con Ascensión Celeste?
- Ascensión murió ahogada en su propia mierda
- Eso es sublime, señora
- Y la devoraron sus muñones, querido
- OOOOOOOHHHHH maginifico
- Regocijaos

Repugnantes rapsodias melosas Teléfono
equivocado Crepita el orgulloso bienestar preñado de gusanos omnímodos
Telefonistas omnívoros cazan su safari urbano
Bilis. Almíbar. Hada

Qué carnaval monstrusoso Y el Big Bang Ben Hur fustiga su montura aerofagia
galopan escalopes áureos de implosión fecal
frondosos mostachos pakis barren asfaltados surcos de vinilo cacofónico servesa beer?
Náuseas brumas emborronan mi cielo estrecho Estertor Halitosis babea un grumo espeso
Se despoja la escoria y demuda su rostro y espera acción del usuario
orina letrinas

Bodhisattvas encocados se anabolizan con antirrábicos
Kumar Nanwani Vaswami salmodia vacuos estribillos vigoréxicos
extraños conectores ideativos vagabundean mi coco atrocidades gramaticales adolescentes pudorosas mudas
gramáticos aducen certezas oportunistas chorradas dulzonas estupro verbal

GILIPOLLAS LA CHUPA BARATA EN RECIBO DE HUERTANA
mugre céntimos ¡Bésame desdentado!

El sujeto D.A. manifiesta interesantes alteraciones de conducta que coinciden con sus frecuentes visitas al despacho de sus superiores. Dichas alteraciones se pueden resumir en que al sujeto D.A. se le pone la polla como un canto. Los episodios de priapismo que aquejan al sujeto D.A. se disparan cuando este es penetrado analmente por el sujeto Director General de la empresa para la que trabaja.

Perfidias suculentas Gores gollerías goyescas
Agradecimiento snuff sonrisa telefónica
Mil víctimas invisibles de la ceguera productiva
Dvd´s chantajistas. Donativos a punta de pegajosas cataratas de lindezas Rencor navideño

¿Y qué putas le importa al mundo con cuantas oenegés colaboras? Suelta la pasta y déjate de llantos coño y no me des la barrila si te dejas despellejar por diecisiete oenegés sicofánticas ¿crees que le interesa a alguien y menos a mi? YO
solo quiero tu cuenta corriente IMBECIL

hastiados versos de forzosas formas forzadas performance de obligatoria deconstrucción anarquía sinsentido
vida infrasubsistente Inconsistentes mentes contemporáneas NO VAS A TENER CASA EN TU PUTA VIDA
ni talento.